Echando un vistazo a nuestra historia, no muy lejos, antes de la Revolución Industrial los quehaceres diarios eran tareas físicas forzosas; lavar a mano, correr, cargar diferentes objetos necesarios…
Con la revolución de las maquinas nos acomodamos y nuestra vida física aminoró. De ahí surgió un problema, el ser humano necesita una cantidad mínima de ejercicio físico para mantener algunas funciones cognitivas básicas. En menos de un siglo cambió nuestro estilo de vida, pero nuestra anatomía y fisiología siguen siendo las mismas.
La actividad física influye en la manera en que pensamos, sentimos y afecta al aprendizaje, al estado de ánimo, atención y grado de ansiedad y estrés. De igual manera, tiene la capacidad de hacernos más resistentes contra algunas enfermedades o, al menos, frenar su avance o paliarlas.
A nivel neuronal, algunos de beneficios más llamativos e importantes que produce la realización de actividad física son la NEUROGÉNESIS (creación de neuronas) y la APOPTOSIS (la disminución de la muerte de las neuronas). Además, el deporte hace que las conexiones entre las neuronas sean mayores, fuertes y eficaces, favoreciendo capacidades como el aprendizaje y la memoria, entre otras. Pero, ¿cómo ayuda la actividad física a regular esas capacidades del cerebro?
Las ENDORFINAS son neurotrasmisores producidos por la glándula pituitaria (sistema nervioso central) de forma natural. Son las encargadas de producir sensaciones de bienestar, ya que combaten el malestar y disminuyen las sensaciones dolorosas. Algunos de estos neurotransmisores con nombres tan «raros» pero tan esenciales en nuestro organismo son: dopamina, serotonina, oxitocina, adrenalina, norepinefrina…
Tenemos una especie de balanza que regula la cantidad de endorfinas para conseguir los estados de ánimo de las personas, estos estados se regulan con ayuda de la actividad física regular, deporte.
Somos seres en movimiento y el sedentarismo no nos viene nada bien, cuando esta actividad física decae nos volvemos rígidos e inflexibles mentalmente, no somos resolutivos, un pequeño muro nos puede parecer una muralla gigante, la negatividad nos inunda y las conductas son repetitivas y fijas, en definitiva el cerebro se acomoda para no trabajar demasiado y estas endorfinas cesan en su producción, algo que no nos debemos permitir.
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Recuerda: DATE LA OPORTUNIDAD
María Artés Amate. Psicóloga experta en Neuropsicología Clínica. La Casilla Centro de estimulación cognitiva. 655 92 26 24