El término inteligencia emocional ha despertado un gran interés en ámbitos como el trabajo y la educación desde la publicación en 1995 del psicólogo Daniel Goleman, Inteligencia Emocional. Tanto es así que ya existen colegios en España en los que se está implantando la asignatura de inteligencia emocional, con el objetivo de que los menores aprendan a identificar sus emociones y a ser empáticos. Pero, ¿qué entendemos por inteligencia emocional?
Siguiendo a Daniel Goleman (1995), la inteligencia emocional se puede definir como la capacidad de reconocer nuestras emociones y la de los demás, de motivarnos y de manejar
adecuadamente las relaciones personales.
Dentro de este término existen 4 elementos a desarrollar:
- Autoconocimiento/autoconciencia emocional: siendo conscientes de nuestros sentimientos y emociones, y cómo estos nos influyen.
- Autorregulación: reflexionando y gestionando las emociones de forma que no nos dejemos llevar por ellas sin control y, enfocando nuestras emociones hacia objetivos y metas, hacia aquello que realmente queremos.
- Empatía: reconociendo y comprendiendo las emociones que el otro está sintiendo, lo cual nos ayudará a establecer vínculos fuertes con las personas con las que nos relacionamos.
- Habilidades sociales: sabiendo escuchar y entender el lenguaje corporal, y transmitiendo de forma adecuada los mensajes.
Si bien una parte de estas habilidades pueden venir configuradas por nuestra genética, la evidencia científica respalda que las habilidades emocionales pueden aprenderse y
perfeccionarse a lo largo de la vida.
Ahora bien, ¿por qué resulta tan importante desarrollar este tipo de inteligencia? Diversos estudios han puesto de manifiesto que la inteligencia medida por el cociente intelectual (CI) de
una persona, solo representa un 20% de los factores que determinan el éxito. El 80% restante depende de otras variables como la clase social, la suerte, y en gran medida, la inteligencia
emocional.
Por tanto, aquí os dejamos unos sencillos consejos a tener en cuenta en el desarrollo de tu inteligencia emocional:
- Empieza por reconocer tus emociones básicas dándole un nombre; es decir, alegría, tristeza, miedo, ira, asco y sorpresa (con la práctica, podrás reconocer el resto de emociones secundarias como vergüenza, culpa, envidia, arrepentimiento, etc.).
- Una vez que hayas reconocido la emoción, presta atención a la reacción de tu cuerpo.
- Ahora que ya has reconocido que es una emoción, le has puesto un nombre y la identificas en tu cuerpo, es el momento de expresarla con control, sin dejarte llevar por ella.
- Por último, no olvides aceptar la emoción que estás teniendo sin juzgarla, ya que todas cumplen una función importante en nuestra vida, a pesar de unas sean más fuertes que otras.
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Recuerda: DATE LA OPORTUNIDAD
Cristina López Guerra, psicóloga y estudiante del máster en psicología general sanitaria en Psicosalud Almería.