La intención del artículo de esta semana es hacer hincapié en un factor que influye de forma sustancial en la recuperación de los pacientes, pero que quizás puede pasar desapercibido.
Es obvio que el objetivo principal e inmediato de la terapia es reducir y eliminar la conducta adictiva, independientemente de si la adicción es con sustancia (cocaína, alcohol, tabaco…) o sin sustancia (juego, Internet…). Cuando la persona acude a terapia suele ser porque esa conducta adictiva está afectando significativamente a su vida y es necesario un cambio de rumbo.
Teorizando sobre el porqué caemos en una adicción, entre múltiples explicaciones, podríamos citar el deseo de evitar el sufrimiento o problemas para afrontar nuestro día a día.
En este escenario, la reducción y eliminación del consumo es totalmente necesaria en etapas iniciales de la terapia. Por un lado, para que el consumo no interfiera en el desarrollo de la intervención y efectivamente, para que no siga produciendo más desgaste en la vida del paciente y su familia.
Es aquí donde entra en juego el factor del que trata este artículo. La creación de una vida alternativa al consumo.
Debemos considerar el consumo como el pico de un iceberg, teniendo en cuenta lo que hay oculto y motiva ese consumo. El entrenamiento en conductas de afrontamiento a la frustración y al estrés es muy importante en este caso.
Paralelamente, es realmente significativa la actuación a nivel conductual, clarificando, organizando y planificando qué vida quiere el paciente y qué actividades incompatibles con el consumo podríamos integrar en nuestro día a día.
Este factor influye de manera directa en que la duración de la abstinencia y la superación de la adicción se consolide en el tiempo. La búsqueda de reforzadores naturales guiando nuestra vida en función de nuestros valores, hace incompatible esa conducta que queremos erradicar.
Por lo tanto, no basta con la abstinencia, si no que el paciente debe participar activamente en la creación de una vida alternativa al consumo.
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