Si hablamos del trastorno obsesivo-compulsivo (TOC), al público general se le viene a la cabeza las compulsiones repetitivas propias de algunos TOC como el de contaminación, orden, etc. Sin embargo, en consulta nos encontramos frecuentemente con otros tipos como el que nos ocupa hoy; la fobia de impulso.
El trastorno obsesivo compulsivo (TOC) se caracteriza por un patrón recurrente de pensamientos y miedos no deseados (obsesiones) que provocan comportamientos repetitivos (compulsiones). Estas obsesiones y compulsiones interfieren en las actividades diarias y causan un gran sufrimiento en la persona.
La fobia de impulso se describe por pensamientos recurrentes e intrusivos como el miedo a volverse loco, hacer daño a un ser querido o hacerse daño a uno mismo. Es interesante puntualizar que estos impulsos no tienen que ver con la voluntad real del paciente ni con sus deseos más profundos por lo que nunca se llevan a cabo. Esto lo distingue de otras patologías.
Curiosamente los “objetivos” del daño son los seres queridos o más cercanos a la persona, por lo que cabe imaginar el sufrimiento que estos pensamientos suponen en el paciente. Es precisamente esto lo que causa mayor malestar; los pacientes no pueden entender por qué aparece ese tipo de pensamientos y tienen miedo a que lo puedan llevar a la práctica, a que puedan perder el control en alguna ocasión.
Cuando el malestar afecta significativamente a la vida de la persona se recomienda que se ponga en manos de un psicólogo.
La intervención tiene como ejes centrales la psicoeducación sobre el funcionamiento de estos pensamientos automáticos, la identificación de estas obsesiones y de las compulsiones que se llevan a cabo y la exposición con prevención de respuesta que es uno de los tratamientos de referencia en el TOC.
En conclusión, la fobia de impulso es considerada un tipo de TOC. El individuo tiene pensamientos de que va a perder el control (obsesiones) y por ello intenta evitar ciertas situaciones para disminuir el malestar, se aleja de objetos, etc. (compulsión). Existen tratamientos eficaces con evidencia científica con buen pronóstico.
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