Creo que todos hemos oído hablar de los propósitos de año nuevo y de buenas intenciones para el inicio de curso que no terminan de concretarse: Dejar de fumar, apuntarse al gym, leer más, tener más ordenada la casa, alimentarse mejor etc. Aunque en esas épocas del año los buenos propósitos toman más relevancia, la realidad es que constantemente nos proponemos cosas que no terminamos de hacer.
No es de extrañar, que esta problemática se presente habitualmente en terapia. Recibimos muchas consultas de gente estancada en su vida, con aparente dificultad para avanzar e impotencia por no poder cumplir sus metas.
Cuando el psicólogo ahonda un poco en la causa de la incapacidad para realizar lo que uno se propone, con frecuencia encuentra como motivo la PEREZA o sus hermanas desgana, desidia, vaguería, holgazanería, gandulería. Un debate para otro momento sería el análisis de si la pereza es solo causa o también consecuencia de la inacción, por lo pronto nos vamos a centrar en la pereza como causa.
Nos encontramos pues, con personas con una motivación aparentemente suficiente para realizar ciertas conductas pero un impedimento, un algo que se interpone en el camino hacia sus valores, hacia lo importante. Podríamos decir que la pereza es el principal enemigo en el camino hacia los valores.
¿Ante esto qué podemos hacer? Entendiendo que la motivación, principalmente la intrínseca, es fundamental para poder actuar, debemos considerar que solo se queda en palabras y buenas intenciones si no se acompaña de SACRIFICIO. El sacrificio es lo que marca la diferencia. Sacrificio en la acepción que representa el esfuerzo, renunciar a otras áreas o refuerzos a corto plazo o bien evitar sensaciones desagradable, para poder alcanzar nuestras metas por supuesto sin perder el equilibrio.
Al igual que la pereza es el enemigo de nuestros valores, el sacrificio es el enemigo de la pereza.
Algo a tener en cuenta para facilitarnos esta labor es la importancia de la creación de hábitos. Los hábitos son un buen aliado en la consecución de nuestros objetivos y en el camino hacia nuestros valores. Muy recomendable el libro Hábitos atómicos de James Clear, por cierto.
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